Rafael Santandreu trata de mostrarnos a lo
largo de toda la conferencia que los humanos tendemos normalmente a “amargarnos
la vida”, palabras que aparecen en el título de su libro. Aunque en desacuerdo
con algunos aspectos, me ha gustado bastante su forma de hablar y transmitir sentimientos
y emociones a la gente, pues su método se basa principalmente en hacer ver que
no todo es tan malo como creemos, sino que podría ser mucho peor, aunque he de
decir que no estoy totalmente de acuerdo con este método, pues según él nunca
habría nada terrible, todo podría ser aún peor, y en cierto modo no me parece
realista, puesto que habrá determinados momentos en la vida de muchas personas
que sean terribles, y probablemente nunca vayan a pasar por algo peor, y en mi
opinión de nada sirve que nadie te diga eso de “no es tan malo, piensa que
podría ser peor”, puesto que para ti es y seguirá siendo terrible ya que quizás
no tengas una situación personal peor con la que compararlo.
Ahora bien, creo que eso depende plenamente
en el paciente, y si va a la consulta dispuesto a confiar en el psicólogo y
hacer lo que éste le dice, estoy segura de que mejorará notablemente y poco a
poco y con esfuerzo conseguirá dar un giro total a su mente, controlando sus
emociones e impulsos y sobre todo, no exagerando cosas que vistas desde fuera
son claramente diminutas. Pues todos alguna vez nos hemos sentido fatal por
cosas que con el paso del tiempo nos han demostrado ser estupideces que en su momento nos parecían esenciales y
necesarias y es que en mi opinión la sociedad ha establecido una serie de
“normas” que se nos han impuesto desde bien pequeños y desafortunadamente, veo
muy complicado cambiarlas. “Si no estás rodeado de amigos, serás infeliz”.
¿Cuántas veces hemos escuchado eso? Automáticamente pensamos que nuestra
felicidad depende de otros, y para nada es cierto. Quizás puedan hacerte la
vida un poco más agradable, pero tu felicidad depende únicamente de una
persona, y es esa que te mira cada día desde el espejo. La sociedad está llena
de “modelos a seguir” e “ideales”, bien sean físicos o relacionados con
nuestros sentimientos y formas de ser, que lo único que consiguen es hacernos
infelices al no conseguirlos, pues es muy difícil llegar a ellos en numerosas
ocasiones y nos desmoralizamos por ello. En mi opinión no deberíamos basarnos
tanto en las generalizaciones que día a día rondan por todos sitios. ¿Cuántas
veces usamos el “tengo que” “estoy obligado a” o “debería” cuando en realidad
no tenemos por qué hacer ninguna de esas cuestiones si no queremos? Porque está
establecido, está dentro de nosotros, de la sociedad, y tampoco hacemos nada
para que eso cambie.
Algo que yo siempre he pensado hasta que hace
un tiempo la vida me demostró que es lo más estúpido del mundo es aquello de que
más siempre es mejor. El progreso siempre es bueno y consiste en tener más cosas,
más oportunidades, más inteligencia… No, no siempre más es mejor, y yo he
aprendido a ello, a que serás plenamente feliz si te acostumbras a lo que
tienes. No digo que no sea bueno aspirar a más, para nada. Es más, tenemos que
hacerlo, tenemos que superarnos, pero no tenemos que tenerlo como objetivo
principal. De hecho, el día que aprendes a valorar lo que tienes y a estar a
gusto con ello, quizás sea el día de tu vida en el que más alto vayas a llegar.
Dejando esos aspectos a un lado,
algo que no me ha gustado en absoluto ha sido la utilización de ejemplos de
pacientes por parte de Rafael, puesto que si yo fuese uno de ellos, no me
gustaría que mi caso fuese expuesto ante nadie, porque pienso que es
absolutamente personal y privado. Además, algunos comentarios me parecieron un
tanto fuera de lugar y algo irrespetuosos.
Para concluir, tan sólo decir
que es interesante oír a un psicólogo hablar sobre la forma en la que trata a
sus pacientes, aunque no confío plenamente en este método y no estoy segura de si funcionará en gran número de casos, pues aunque es cierto que
quizás las personas tratadas puedan llegar a ser un poco más optimistas, cada
cual es como es y es muy complicado hacerle ver a una persona débil mentalmente
hablando que las cosas no son como ella las ve.